Se cruzó en mi camino, vino a mí, en una calle de la Baixa
Aquel hombre mal vestido, limosnero de profesión que se le
ve en la cara,
Que simpatiza conmigo y yo simpatizo con él;
Y recíprocamente, en un gesto largo, transbordante, le dí
cuanto tenía
(Excepto, naturalmente, lo que estaba en el bolsillo donde
traigo más dinero:
No soy tonto, ni novelista ruso, aplicado,
Y romanticismo, sí, pero despacio...).
Siento una simpatía por toda esa gente,
Sobre todo cuando no merece simpatía.
Sí, también yo soy vago y limosnero,
Y lo soy también por mi culpa.
Ser vago y limosnero no es ser vago y limosnero:
Es estar al margen de la escala social,
Es no ser adaptable a las normas de la vida,
A las normas reales o sentimentales de la vida-
No ser Juez de lo Supremo, empleado cierto, prostituta,
No ser pobre probado, obrero explotado,
No ser enfermo de una enfermedad incurable,
No ser un sediento de justicia o capitán de caballería,
No ser, en fin,
aquellas personas sociales de los novelistas
Que se hartan de letras porque tienen razón para llorar
lágrimas,
Y se rebelan contra la vida social porque tienen razón para
sospechar.
¡No: todo menos tener razón!
¡Todo menos importarme la humanidad!
¡Todo menos ceder al humanitarismo!
¿De qué sirve una sensación si hay una razón externa para
ella?
Sí, ser vago y limosnero, como yo soy
No es ser vago y limosnero, lo cual es ordinario:
Es estar aislado en el alma, y eso sí que es ser vago
Y tener que pedir a los días que pasen, y nos dejen, y eso
sí que es ser limosnero.
Todo lo demás es estúpido como un Dostoievski o un Gorki.
Todo lo demás es tener hambre o no tener que vestir.
E, igualmente que eso suceda, le sucede a tanta gente
Que ni vale la pena tener pena de la gente a quien esto le
sucede.
Soy un vago y limosnero probado, esto es, en el sentido
translaticio,
Y me estoy revolviendo en una gran caridad por mí.
¡Pobre de Álvaro de Campos!
¡Tan aislado en la vida! ¡Tan deprimido en las sensaciones!
¡Pobre de él, hundido en la poltrona de su melancolía!
Pobre de él, que con lágrimas (auténticas) en los ojos,
Dió hoy, en un gesto amplio, liberal y moscovita,
Todo cuanto tenía, en el bolsillo en que tenía poco, a aquel
Pobre que no era pobre, que tenía ojos tristes por
profesión.
¡Pobre de Álvaro de Campos, por quien nadie se interesa!
¡Pobre de él que tiene tanta pena de sí mismo!
¡Y, sí, pobre de él!
Más pobre de él que de muchos que son vagos y vagan,
Que son limosneros y limosnean,
Porque el alma humana es un abismo.
Yo sí que sé. ¡Pobre de él!
¡Qué bueno poder rebelarme en un comicio dentro de mi alma!
¡Pero hasta ni tonto soy!
Ni tengo la defensa de poder tener opiniones sociales.
No tengo, igualmente, ninguna defensa: soy lúcido.
No me quieran cambiar la convicción: soy lúcido.
Ya dije: soy lúcido.
Nada de estéticas con corazón: soy lúcido.
¡Mierda! Soy lúcido.
Álvaro de Campos
Traducción del portugués, Mario Bojórquez