Cuando lejos ya de los enojosos
asuntos del Estado, tu cabeza declines,
Consuelo, sobre amena lectura,
atiende el susurro leve
de mi petición desdeñada; frágil
como el viento calmo, sé tú otra vez
y no hagas caso de viejos expedientes;
pero si descuidada al aire, no percibas
tenue aroma descompuesto en torno
de tu soledad, tiembla, que la voz del
poeta
aún de la ergástula exhala
gloria espléndida o el juicio sin piedad.
***
Da consuelo, Consuelo, a los que
afligidos acuden hasta ti para enmendar
horrenda injusticia; que a una princesa
compete la gracia o la temible
indiferencia.
***
¿Duermes, Consuelo?
Yo no,
espero tu respuesta.
***
Años como gotas de lluvia
en la espalda, humedecen tus días.
Y no hay reposo para el cansado
corazón que espera. Pero si del ubicuo
sol un rayo llega sobre las frágiles
lianas de la hiedra, conmovido tu pecho
alegra su respiración. Haya entonces
amena
consonancia entre lo que la cabeza
piensa y el rumor del aire contra
la tapia sólida, sea un festejo la vida
sin remilgo.
***
Cuando el otoño frío desgaje
las leves hojas de lo que ya pasó,
con las manos en el regazo
nos haremos idea del sueño
para siempre perdido. La hoja se
desprende
del sólido deseo, y nuestro soplo
apenas es aire que se escapa.
***
De la vida oprobiosa
nada nos toca en su amargo destino,
pena tras pena, asoma
un rayo de alegría a los ojos,
somos acaso y contingencia,
si quedamos en algunas cosas
del mundo, nada importa
pues habremos de desaparecer.
Traducción de Mario Bojórquez